miércoles, 16 de diciembre de 2009

Mis pequeños-enormes amigos











Hubo un tiempo en el que cogíamos el coche y escápabamos, los 3, sin nadie más. Sonaba Suede o Air o Jamiroquai. A veces agotábamos el depósito de gasolina y nos encontrábamos casi tirados en medio de ninguna parte.

Hablábamos sobre cosas que sólo nosotros entendíamos, cosas que daban sentido a un mundo onírico en el que nadie podía entrar. Las horas de la madrugada pasaban, subíamos el volumen del radiocd del coche, y nos perdíamos entre semáforos y calles desiertas.

Ray Loriga parecía estar por todas partes, pero nosotros no estábamos tristes, rara vez estuvimos tristes en compañía de los otros.

Nos encantaba desaparecer. Cuando las puertas del coche se cerraban nos sentíamos seguros.

Hablando sobre la última chica capricho, los tontos que nos rodeaban fuera de ese coche o por qué Bernard y Brett no volvían a ser simplemente Suede.

A menudo nos dábamos cuenta de que llevábamos horas conduciendo y hablando porque veíamos salir el sol. ´

Fue un tiempo precioso, incluso más que eso. Os echo de menos mis pequeños-enormes amigos. Espero veros muy pronto en nuestra Andalucía del alma.

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