miércoles, 7 de diciembre de 2011

Música clásica


Llevo años teniendo una relación especial con la música clásica. Una relación de amor-pasotismo. No amor-odio, amor-pasotismo. Y eso ahora ha cambiado.
Tengo la maldita obsesión de que cuando algo me gusta quiero aprender todo lo que pueda sobre esa cosa.
Si me gusta un escritor quiero leerme todos sus libros y ver su evolución como autor, sus cambios y sus temáticas.
Si veo una película siempre me fijo en el director porque siempre quise ser director de cine (eso o guionista de cine pero entonces me daría miedo que cualquier pseudo director destrozase mis ideas). Cuando un director me llama la atención busco sobre él, indago, veo sus primeras películas, incluso sus cortos si puedo y, si todo me llena, sigo su carrera a partir de ahí.
Aplicad esto al arte, la tecnología, el deporte, etc y comprenderéis que tengo un problema, no tengo tiempo y mi cabeza pronto estallará de asimilar datos y datos y datos.
No sólo me vale leerlo, todo queda grabado a fuego en mi cabeza por un pequeño problemilla de nacimiento que ahora no viene al caso pero que casi desgracia mi infancia.
Y allí estoy yo, volcando información continuamente en un disco duro llamado cabeza que algún día estallará si sigo así.
Por otro lado todo lo que aprendo nunca es suficiente en mi obsesión por saber lo máximo posible sobre lo que me interesa.
Y así me convierto en una especie de Sherlock Holmes, capaz de saber millones de cosas sobre unas temáticas y nada sobre otras. "El hombre que sabe todo sobre la Guerra de Yugoslavia o David Bowie pero no sobre cómo funciona un taladro..."
Ya llego a la música clásica, después de esta megadivagación. Desde pequeño, la música me ha obsesionado hasta unos niveles preocupantes. Siento que si pasa más de un día sin oir mi música voy a ahogarme, lo necesito como si fuera comida.
La música clásica me atraía desde niño (niño raro raro raro), y recuerdo una cassette que cambió mi vida: Classicmania, con los mejores temas de la música clásica un poco en versión "radio edit". Casi quemo aquella cinta con Haëndel, Haydn, Mozart, Beethoven, Chopin, Tchaikovsky, Bach, Wagner, Falla, Rodrigo, Verdi, Orff, etc...
Intenté conseguir música clásica por donde fuera (labor jodidísima para un niño de 12 años en 1989). Conseguí Tutto Pavarotti y Los 3 tenores posteriormente, me compré cassettes de música clásica en Discoplay (aka BID) y en TIPO (dos revistas maravillosas de compra musical en los 90).
Me compré Las 4 estaciones de Vivaldi, y Conciertos en piano de Chopin, lo que podía con mis escasísimos ahorros.
Pero después todo se fue truncando. No podía conseguir más música y yo no quería pararme ahí. Quería leer y aprender como más me ha gustado siempre...por mí mismo.
Entré en el instituto y empecé a estudiar asignatura de música, mi profesora quería que supiera lo que era un adagio, un minuetto, un tenor, contralto y contrabajo...etc, etc.... Yo quería saber por qué Chopin escribía cosas tan tristes, y oir su música, su vida, no técnicas de cómo dibujar pentagramas.
Querían que fuera al conservatorio porque "estaba desperdiciando mi vida" con las posibilidades que tenía y expresiones así...
Ya me habían amargado la infancia en clases separadas, intentando que fuera un genio del ajedrez, de la memoria, etc, etc...
Yo sólo quería ser yo mismo.
Y mis padres estaban allí, como siempre han estado. No me obligaron a nada, no me dijeron lo cool que era ser ajedrecista, violinista o sesador de pollos.
No.
Me dejaron ser yo mismo. Y me dejaron oir grunge, y rock, y metal, y tecno, y dance, y hip-hop, y música clásica...la poca que conseguía.
Me dejaron odiar el ajedrez.
Y vi que la música clásica era inabarcable para mí.
Porque tenía que intentar dominar a mi manera 500 años de música. Con autores que eran más prolíficos que Jack White/Alex Turner/Damon Albarn juntos.
No iba a oir a Albinoni si no podía saber todo sobre él y a tener acceso a toda su obra. Cuando llegase el momento lo haría.
Luego vino lo otro. La parte II.
La parte II es lo que envolvía a la música clásica: viejos clasistas, pedantes de camisas imposibles, ricachones de tres al cuarto y señoras que quieren lucir abrigos de visón.
Aquello me espantaba. Había podido ir a varios conciertos de música clásica con el Instituto y al Gran Teatro de Córdoba con el gran Leo Brouwer.
Yo era un tío normal, un tío que perseguía chicas, vestía normal y no ponía caras extrañas mientras oía música clásica, simplemente la disfrutaba hasta el último milímetro de mi cuerpo.
Como el resto de la música.
Y me fuí alejando más y más. No quería pertenecer a ese grupo de gente que va diciendo a todos "yo es que oigo música clásica, soy muy guay".
La música clásica se había convertido en el Apple de las músicas. "Yo oigo música clásica así que yo sí sé de música", "tú oyes música de melenudos así que eres un ignorante, un zafio, un barato" :)
Y lo fuí dejando pasar, tenía que tomar mucho aliento para intentar la escalada de saber más y más y más y de llegar a abarcar todo.
Hace unos meses sentí que ya estaba preparado, ahora estoy oyendo Romeo y Julieta de Tchaikovsky. Me gusta muchísimo. Tengo toda la música a mi alcance. Toda la información en mi mano. Puedo ir entrando poco a poco en ella y preguntar "hola, soy Jesús, ¿sigues dejándome entrar después de tantos años?".
Cojo los cd's de la biblioteca con cuidado, no quiero que me vean llevarme a Bach y piensen que quiero "dármelas de guay". No se lo contaba a nadie, porque no quería que se mofaran de mí.
Quiero disfrutar y aprender, disfrutar y aprender. Sin abrigos de visón, joyas, palcos y sin pedanterías.
Sólos mi discman Sony, mis auriculares intraurales Sony, mi Wikipedia y yo.
Larga vida a la música clásica.
Allá vamos.

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